jueves, 1 de noviembre de 2012


Día de la madre, en Río mio.

     El domingo al mediodía fuimos a celebrar con mi abuela, mi mamá, mi novia y su hija.
     “Río mío” es denominado como un “brasas bar”, está a la orilla del Paraná, casi reluciente, con paredes de cemento gris, ventanales amplios, las aberturas en negro y mucha madera maciza. Las terminaciones son prolijas y la decoración austera, por lo que no es rústico ni campestre, destacándose un cuadro grande y muy lindo de una vista aérea del río, que está mal ubicado, casi en el piso, y tapado por las mesas.
     Cuando llegamos no nos recibió ninguna de las dos recepcionistas, así que esperamos un rato para que nos digan dónde sentarnos, cosa que se dificultó un poco más porque habían tomado mal la reserva, una tenía anotado que éramos cuatro, y la otra cinco. Desde varios metros de distancia nos señalaban la mesa y decían, “siéntense ahí, ahí”, y como estaban lejos, el dedo podía apuntar a tres o cuatro mesas distintas, sin dejar claro dónde sentarnos. Mala costumbre esta de las jóvenes recepcionistas, de no acompañar a las personas hasta la mesa.
    Un anterior encargado del lugar, que intercedió para conseguirme la reserva, me recomendó la parrilla, especialmente el matambre a la pizza.
     La moza llegó enseguida, bastante simpática, nos dio la carta, y no hizo ninguna recomendación. Las tres madres pidieron el matambre a la pizza para compartir, Camila un entrecot grillado que tenía cinco dedos de altura, y era para tres personas, al igual que mi milanesa de pollo, que sobresalía del plato. En la carta no decía que esas porciones eran tan abundantes, cosa que debió explicarnos la moza, por si preferíamos también compartir.
     Como entrada me interesaron las tapas, había tres opciones, de tres tapas cada una, todas con base de pan de miga tostado, yo pedí las criollas, y unas papas “Río mío” como acompañamiento de la milanesa.
     En la carta noté demasiadas pastas con salsas pesadas, para días de tanto calor. Además, la sección de bebidas está copiada de otro bar, a una cuadra de distancia, lo que le quita singularidad y estilo a los dos, y deja con menos alternativas de variedad a los que quieren disfrutar de una cerveza, de un buen vino o de un trago refrescante en una zona tan privilegiada.
     A lo pedido anteriormente le sumamos dos ensaladas y  dos postres. Todo llegó a la mesa en presentación de bodegón, sobre platinas innecesarias, servido de manera tosca, con morrones, tomates y perejiles para decorar, como se hacía hace cuarenta años, aunque “Río mío” se inauguró hace menos de uno.

Matambre de cerdo a la pizza: la carne era rica, pero la salsa la humedeció bastante e hizo perder la parte crocante, el queso no me pareció sabroso, y el jamón cocido un poco fuerte.

Entrecot grillado: el cliente no dijo que punto de cocción quería, y la moza no preguntó, error garrafal. Estaba un poco rico, con un grillado moderado, pero tan jugoso que en el centro quedo bien crudo, y una tercera parte del corte no se podía comer. Mal tomado el pedido y mal cocinado.

Milanesa de pollo: insulsa y seca, ni sabor en la carne, ni sabor en el apanado. Le puse mucho limón para poder pasarla.

Tapas criollas: sobre las tres tostadas había, dos rodajas de morcilla caliente con verdeo picado,  dos rodajas de chorizo de cerdo con chimichurri y dos pedacitos de molleja con salsa criolla. Las tres cosas estaban cortadas gruesas y son grasosas, así que sabor tenían, el chimichurri estaba seco, la salsa criolla escasa y el verdeo intrascendente.

Papas “Río mío”: están cortadas en cuña, osea, con cáscara y en diagonal, y traen queso cheddar, panceta y cebolla de verdeo. Poca panceta, poco verdeo y poco queso cheddar, que llamativamente, era color rosa, pero lo peor es que para gratinarlas no las pusieron en el horno, las mandaron al microondas, y me las hirvieron todas. Un buen acompañamiento para la milanesa, pero por insulsas.

Las ensaladas: a mi me gusta que las condimenten y aliñen en la cocina, pero no lo hacen en ningún lugar y la gente no lo pide, así que no me voy a poner exigente con eso. Estaban frescas y la porción era adecuada.

Frutillas con crema: las frutillas estaban mal cortadas, de manera horizontal, así se lucen mucho menos y no tientan tanto, además a la Chantilly le faltaba azúcar impalpable, y como la fruta era un poco ácida el postre no quedaba balanceado.

Crumble de frutos rojos: como no me trajeron tenedor, junto con la cuchara, tuve que pedirlo, ya que no queda bien andar empujando con un dedo los últimos pedacitos del postre, que en este caso estaba acompañado de helado de chocolate y también crema Chantilly. El crumble es una masa de mucha manteca, azúcar y harina, que estaba bien lograda, pero el relleno era  únicamente de arándanos, que lamentablemente es bastante difícil conseguirlos de calidad, así que terminó siendo otro postre ácido, y no estoy seguro, pero me parece que para empeorarlo le mandaron mermelada de frambuesa.

Si la cocina mejorara un poco, sobre todo en preparaciones tan simples, y agregaran un poco de música, “Río mío” sería mucho más agradable, podrían probar con Fandermole, Spinetta y Sui Generis para empezar. El lugar no estuvo a la altura de la ocasión, habrá que volver a probar dentro de un tiempito cuando las cosas estén más aceitadas, ya que los precios no son exagerados, e invitan a otra oportunidad.