viernes, 17 de febrero de 2012


GIORGIO´S.

     Un miércoles a la noche, después de ir a la cancha, decidimos ir a comer pizza con dos amigos. Uno de ellos eligió el lugar. Apenas entré pensé, “vamonos ya de acá”, pero como suelo ser más exigente que el resto de las personas, no dije nada. Éramos los únicos clientes, oh! casualidad, todo el calor de la cocina se radiaba hasta el salón, por eso nos sentamos en la mesa más cercana a la puerta, para tratar de aprovechar el poco viento de afuera y paliar la falta de aire acondicionado y ventiladores que anden bien, pero sobre todo, la falta de extractores en la cocina.
     Lo más impactante del lugar es un cuadro gigante, con la caricatura de un bulldog, mostrando los dientes, en una chancha de básquet, con la pelota bajo una pata, y en el fondo un edificio con frente de ladrillo visto y un cartel luminoso de Giorgio´s.  Impuesto de manera muy tosca y desubicada, es imposible que pase desapercibido. Si te gusta el básquet y un amigo te pintó un cuadro, colgalo en tu casa, no en tu negocio, que es una pizzería, no Sport 78.
     El coro de una canción de Ignacio Copani repite varias veces, “… lo atamo´ con alambre”, frase que se usa cuando una persona improvisa y remienda con desgano algo que necesitaba más dedicación para quedar prolijo.  Me acordé de ese tema cuando vi el cartelito pegado a la puerta, que indica que, “los baños son exclusivos para los clientes”, todo amarillento, pegado con cinta scotch y, literalmente, atado con alambre.
     Cuando la camarera se acercó para darnos la carta, yo estiré la mano para agarrarla, y casi me parte la cara, en serio, me tuve que tirar para atrás, de golpe, para que no me estrelle en la nariz uno de esos librotes negros, llenos de folios sucios, típicos de los bodegones. Estoy seguro que esa chica no había atendido una mesa en toda su vida, estaba nerviosa, hacía todo apurada, y cada vez que le íbamos a pedir algo se asustaba. Si no era la hermana o la novia del dueño, le pega en el palo.
     Yo creo que en la carta siempre tiene que ir primero lo que se quiere vender, por ejemplo, si es una parrilla, la primer hoja tiene que ser la de las carnes asadas, no de las entradas ni las minutas, así la gente se tienta con lo mejor que ofrece el lugar y pide eso directamente. La primer hoja mostraba las distintas variedades de pizza, con una inscripción en el centro de pizza libre a $24, muy sensato, pero curiosamente, el primer gusto sugerido era muzzarella y berenjena.  Coincidimos en pedir pizza libre, pero surgió una duda y consultamos a la camarera:
-          “Sí… queríamos saber si acá la pizza libre se pide por pizza entera o por porción”.
-          “ ¿Cómo por porción?”.
-          “Claro ¿hay que pedir una pizza entera o si yo quiero dos porciones de muzzarella, él dos de fugazetta, y él una de roquefort podemos pedir así?”.
-          “No se, voy a preguntar y vuelvo… me parece que es por pizza entera, pero no tengo idea, voy a ver”.

     Estábamos discutiendo de fútbol y de novias anteriores y actuales con mis amigos, yo me seguía muriendo de calor, sin hacer nada, estando sentado, incomodísimo. Por eso entendía el sufrimiento del pizzero, que cada cinco minutos salía empujado por el fuego de la cocina, suspiraba, se apantallaba con su propia mano y volvía resignado al crematorio.

     Volvió la camarera y nos avisó que se pedía por pizza entera. Según los precios, pedir pizza libre nos convenía si comíamos mas de cuatro porciones cada uno, así que decidimos ser moderados.  Mis amigos pidieron una pizza para compartir entre ellos, mitad de muzzarella, roquefort y jamón cocido, y la otra mitad de muzzarella con anchoas. Yo una pizzeta de muzzarella, morrones y huevo. Me dio mucha tranquilidad algo que hizo la camarera, y que todas ellas y los mozos deberían hacer siempre, repetir el pedido, bien detallado, antes de llevarlo a la cocina.

     En una buena pizzería clásica, el mozo viene exhibiendo en alto la pizza, caminando por el salón,  la apoya en una punta de la mesa, retira el plato del primer comensal, pregunta que sabor quiere probar, con una espátula triangular levanta la porción del gusto elegido, y con la otra mano, en un movimiento rápido, usando una espátula alargada, corta en el aire el hilo de queso derretido que siempre rebalsa, sirve la porción, y repite el ritual con cada uno. Como lo único que hacen es pizza, le dan la suficiente importancia al llevarla a la mesa, y la sirven con distinción y hasta elegancia. Acá no, te dejan la pizza para que te las arreglés con tus cubiertos, nadie la trae en alto porque no vale la pena mostrarla, y encima, no le ponen orégano.  Podemos discutir si la fugazetta lleva cebolla cocida o cruda, si el jamón cocido va en fetas bajo la muzzarella o encima en tiritas, inclusive si la de palmitos tiene que llevar salsa Golf o no, pero esto no se discute, todas las pizzas llevan orégano, ni se pregunta, al contrario, se aclara cuando no se quiere. Lógicamente, pedí que se lo agreguen.

     En Rosario, desde la pizzería más clásica, como “Santa María”, hasta la más  expandida, como “La vendetta”, derrochan mediocridad, sinceramente, nunca probé una pizza buena en toda la ciudad, y Giorgio´s no es la excepción, masa hiper finita sin gusto a nada y productos de mala calidad. Ni me intereso probar lo que habían pedido mis amigos, pero pude notar enseguida las lagunas verdosas de roquefort trucho que no llegó a derretirse y el rosa bien pálido de la paleta hecha con soja, cartílagos y grasa, que siempre es más barato que ser honesto y poner jamón cocido.

     La pizzeta me costó $23, con una materia prima tan mala, hacerla cuesta como mucho $5, hubiera preferido que me cobraran un poco más y fuera mejor. Ellos se piensan que ganaron $17, pero en realidad perdieron un cliente, y teniendo en cuenta que en toda la noche hubo solamente seis, no creo que yo solo lo haya pensado así. Parece que se esforzaran para que no vuelvas, además del bulldog que te mira mal todo el tiempo, te hacen comer un disco de masa semicocida con embutidos artificiales, sobre manteles de plástico arañados, en un sauna.  Pero lo bizarro no termina ahí, en una de las paredes hay espejos enmarcados, con etiquetas pegadas, de marcas de cervezas extranjeras que no están en la carta, y uno más grande, anunciando el Mundial de Fútbol de Korea – Japón 2002.

     Obviamente esta experiencia no me hizo cambiar de opinión. Para comer una buena pizza hay que quedarse en casa y amasarla. Hay infinidad de recetas, con práctica y pocos pero buenos ingredientes no hay forma que falle. Así que practiquen e inviten, pero por favor, no la arruinen con esa cosa inmunda, intragable, innecesaria y molesta, llamada aceituna.

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